De la escuela a la cárcel: Truncando un sendero sombrío

 

Jade Green y su madre, Claudette Hubbard, comparten un vínculo muy fuerte entre ellas y se ayudan mutuamente. Foto de Zaydee Sanchez para palabra

 
 

El encarcelamiento de su madre le dio un vuelco a su vida, pero ahora, Jade Green encabeza una organización que está transformando las vidas de jóvenes que han lidiado con el sistema de justicia. Y lo está logrando desde un antiguo centro de detención para jóvenes que ha sido reconvertido en un espacio dedicado a la educación y al triunfo

Nota de la editora: Este reportaje es parte de la serie de investigación en curso “Seguridad más allá de las aulas”, que explora cómo las comunidades determinan la seguridad de sus hijos y qué necesitan esos niños para desarrollar todo su potencial dentro y fuera del salón de clases.
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La noche estaba cayendo y el aparcamiento se encontraba solitario cuando un agente de las fuerzas de seguridad paró su vehículo frente al centro escolar al que acudía Jade Green en Florida y le pidió que se fuera con ella. En ese momento, la adolescente desconocía que, por la mañana, su madre una mujer jamaiquina, negra y lesbiana llamada Claudette Hubbard — había sido arrestada en el Condado Brevard durante una redada federal antidrogas dirigida a desmantelar una red interestatal de cocaína. Era abril de 1992.

La noche anterior, Hubbard le había dado un fuerte abrazo a su hija de 15 años y le había dicho que la quería. Ese sería el último gesto de cariño que Green recibiría de su madre en 10 años.

Desde entonces, los agentes del orden la apodaron “la niña del cártel”, una expresión que, a la entonces menor nacida en Texas, le generaba un profundo rechazo. Me resultaba “despectiva” y “una falta de respeto”, recuerda.

El arresto de Hubbard y sus 20 años de encarcelamiento propiciaron un vuelco en la vida de su hija y desencadenaron experiencias y consecuencias traumáticas con las que Green, una madre negra con dos hijas, aún está lidiando en la actualidad, a sus 47 años.

Jade Green y su mamá, Claudette Hubbard, en el hogar de Claudette. Foto de Zaydee Sanchez para palabra

Tras una travesía marcada por grandes momentos de desesperanza, Green es ahora codirectora ejecutiva de la Coalición por la Justicia Juvenil (YJC, por sus siglas en inglés), una organización sin fines lucrativos ubicada en el sur centro de Los Ángeles (aunque su nombre cambió a sur de Los Ángeles en 2003, la mayoría de sus residentes aún se refieren a la zona como sur centro). YJC brinda apoyo a adolescentes y jóvenes adultos que han pasado por la cárcel o han sido afectados por el sistema judicial. Se trata, en su mayoría, de estudiantes negros y latinos expulsados del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles, a quienes se les ofrece un camino alternativo para obtener un título de preparatoria.

Aún sin un diploma universitario en su haber, Green asumió la codirección de la organización el año pasado. Comenzó su trayectoria en YJC realizando labores de voluntariado en 2015. Primero como maestra, y ahora como directora, Green lleva años brindando ayuda y compartiendo su sabiduría con jóvenes expulsados de las escuelas públicas que se enfrentan a procesos penales, carecen — en ocasiones — de un hogar, y cuyo futuro pende de un hilo.

El día que me reúno con Green en la sede de YJC, lleva una sudadera negra con las siglas de YJC, unos pantalones negros ajustados y calzado deportivo negro. Complementa su atuendo con unos pendientes largos y coloridos en forma ovalada, y un pañuelo amarillo sobre la cabeza que casi hace juego con las siglas de YJC que figuran en la sudadera. Tras un breve intercambio, sonríe, se excusa un momento y sale al pasillo a  quemar una varita de incienso. Ahora, todo el mundo sabe que Green ya ha llegado a la oficina.

A primera vista, Green puede resultar arisca: Se expresa de manera directa al hablar y, con frecuencia, usa palabrotas. Pero más allá de las primeras impresiones, es fácil ver por qué sus compañeros la consideran una líder alegre y cariñosa.

Estudiantes de la Coalición por la Justicia Juvenil (YJC, por sus siglas en inglés) durante su ceremonia de graduación en 2023. Foto de Zaydee Sanchez para palabra

YJC ofrece títulos de secundaria a través de la Preparatoria FREE L.A., una escuela chárter fundada en 2007 por la coalición que, a través de un programa acelerado, permite a los estudiantes graduarse en dos años.

“Me puedo identificar con muchos de estos estudiantes de muchas maneras a través de mi experiencia personal, y no  porque haya leído cualquier mierda en un libro”, asegura Green. “He estado al otro lado de estos sistemas cuando era joven. Sé cómo uno se siente. Sé lo que representa”. 

Algunas de las dificultades que atraviesan los estudiantes también le resultan familiares a Green. “Tenemos estudiantes aquí — mujeres — que son madres adolescentes. Yo fui madre en la adolescencia, así que entiendo y recuerdo cómo era para mí estar embarazada durante mi último año de preparatoria y, aún así, tener que graduarme”, dice. 

“LA NIÑA DEL CÁRTEL”

Tras el arresto de Hubbard en 1992, Green fue trasladada a una casa de acogida temporal en Rockledge, Florida, junto a 10 niños más, recuerda. Sin sus padres presentes, se sintió abandonada, desatendida y enfadada de que ningún adulto a su cargo satisficiera sus necesidades más básicas, porque ni recibía comidas calientes, ni tenía una cama donde dormir. ¿Por qué el mundo no se preocupa por mí?” dice que, con frecuencia, se preguntaba. “No sabía qué iba a ser de mi vida”.

De ahí, la joven se trasladó a un albergue temporal para niños “perjudicados por el sistema” y se matriculó en la Escuela Secundaria Titusville, situada en Florida. Era como una “prisión-dormitorio”, relata. Aquí, la frustración y la rabia se dispararon y acabó agrediendo a una niña que había llamado a su madre “zorra jamaiquina”.

Tablero de corcho con fotos familiares, citas inspiradoras y recuerdos en la oficina de Green en la Coalición por la Justicia Juvenil en el sur centro de Los Ángeles. Foto de Zaydee Sanchez para palabra

“Me dieron mi propia versión de la reclusión solitaria”, dice Green. “Solo me permitían ir a la escuela. No podía reunirme con nadie en el vestíbulo. Tenía que irme directamente a mi cuarto. Tenía que sentarme sola, con mi comida, hacer mis tareas y quedarme ahí hasta el día siguiente”.

Finalmente, el padre de la joven — que se había separado de Hubbard años atrás — pudo ser reunificado con ella en Dallas. Pero, también aquí, Jade se metió en problemas. Cuenta que se quedó embarazada por segunda vez — tras un aborto a los 15 años — y que protagonizó una pelea. La Policía de Dallas denegó la solicitud de palabra para acceder a los informes policiales.

“La gente me decía que iba a acabar en la cárcel, al igual que mi madre”, recuerda.

A los 19 años, Green y su novio hicieron las maletas y se mudaron de Texas a Cerritos, California, donde la joven experimentó violencia doméstica, tuvo un segundo bebé y estuvo al borde de la indigencia, relata. También, al iniciar cada etapa nueva en su vida, se cambió el nombre. En la costa oeste, consiguió un trabajo de baja remuneración, un apartamento limpio y, contra todo pronóstico, se matriculó en la universidad a pesar de carecer de un diploma de secundaria.

Green inició los estudios universitarios en Ciencias del Comportamiento, pero tras encontrarse en una encrucijada decidió aplazar sus planes en 2015. Su madre acababa de ser trasladada a un centro de detención de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en California tras cumplir su condena, y ahora se enfrentaba a la deportación. Sin obligaciones académicas de por medio, Green pudo dedicarse a recaudar fondos para pagar la fianza de su madre, garantizar su puesta en libertad y pelear la deportación — una decisión de la que no se arrepiente –. 

“¿A quién le importa más la libertad de mi madre que a mí? Me dije: Mira, la universidad siempre va a estar ahí, ¿sabes? Pero mi madre, no”, explica.

Claudette Hubbard echa una mirada afuera de la puerta de su apartamento en Los Ángeles. Foto de Zaydee Sanchez para palabra

Han pasado nueve años desde que Hubbard recuperara la libertad bajo fianza, pero su futuro migratorio sigue en el aire. Si la deportan, que Hubbard sea lesbiana la expondría a la persecución y violencia en Jamaica, según explica la abogada Holly S. Cooper, que la está representando legalmente de forma gratuita. El desenlace del caso, sin embargo, parece prometedor. Posiblemente, pueda atribuirse en gran medida al apoyo incondicional de Green hacia su madre, porque no dudó en sacrificar su tiempo e intereses académicos para recaudar fondos en pos de la defensa legal.

ESTUDIANTES Y SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Green también ha estado abogando por los alumnos que cursan estudios en la Preparatoria FREE L.A. Entre los más de 400 graduados del programa en los últimos 20 años, se encuentra Gloria González, que se graduó en 2014. Ahora, con 27 años, relata que a los 11 fue arrestada y expulsada de la escuela intermedia tras un altercado físico con otro estudiante que había estado acosándola — una historia que anteriormente ha compartido en el portal web de YJC y en apariciones públicas —. 

“(El agente) me arresta, me esposa, y empieza a decirme: ‘¿Ves? Todo esto lo provocaste tú. Así que, ahora te voy a responsabilizar hasta las máximas consecuencias’”, explica esta latina.

Asegura González que se vio peleando una imputación en los tribunales mientras buscaba otra escuela dispuesta a admitirla. Se personó en los juzgados en varias ocasiones acompañada por su madre, que no habla inglés. Ésta al final le dijo: “No podemos continuar viniendo a los juzgados, porque no puedo seguir faltando al trabajo…simplemente acéptalo…es tu culpa. No deberías haberlo hecho”. 


‘Este país tiene una adicción a los encarcelamientos’. 


El juez condenó a González a pagar una multa de 500 dólares y le prohibió obtener una licencia de conducir hasta saldarla, incluso si alcanzaba la edad legal para manejar. La joven, sin embargo, jamás liquidó la deuda. Años después, California aprobó una medida legislativa que abolía las multas a jóvenes y condonaba cualquier deuda. Así que, a los 22 años, González obtuvo su licencia de conducir sin haber efectuado pago alguno. La Policía de Los Ángeles (LAPD, por sus siglas en inglés) denegó a palabra el acceso a los informes policiales de su caso.

La experiencia, no obstante, dejó profundas cicatrices emocionales en González. Cuenta que la Preparatoria FREE L.A. ha sido un salvavidas para ella; le garantizó el ecosistema que necesitaba para retomar el control de su vida. El mismo impacto tuvo su relación con Green, a quien conoció por primera vez cuando ésta llegaba un día a una reunión en YJC.

Madre e hija entrelazan sus manos. Foto de Zaydee Sanchez para palabra

“Era tan padre (buena onda). Iba en bicicleta. Llevaba unos audífonos geniales”, recuerda González. “Aparenta ser muy segura, fuerte, una mujer poderosa, y yo me decía: ¡Wow! Quiero ser como ella”.

Las dificultades que Green ha experimentado durante décadas también han servido de inspiración para González. “Me permitió ver que no tenemos que ser nuestras vivencias”, asegura.

CREADORES DE PAZ 

Aunque, en general, a los estudiantes de YJC se les percibe como jóvenes problemáticos, González desaconseja sacar conclusiones a partir de las impresiones iniciales y anima a explorar más allá de la fachada. “Es maravilloso ver cómo (los estudiantes) han podido derribar barreras y mostrarse como realmente son, así como florecer y convertirse en los grandes seres humanos que son”, dice. 

Después de graduarse, González realizó prácticas profesionales en YJC y obtuvo un trabajo de jornada completa. Con el tiempo, se convirtió en la directora de desarrollo para jóvenes, un cargo que asumió durante unos cinco meses antes de dar el salto a otro empleo hace unos meses.

Durante su etapa en YJC, González consolidó su postura en contra de la presencia policial en las escuelas. Asegura que ésta sitúa a los niños en el “sendero de la escuela a la cárcel”, en particular en jóvenes que proceden de barrios de población negra o de piel oscura. Aboga por reemplazar la policía por creadores de la paz — trabajadores del centro escolar que están entrenados para aminorar conflictos y “responsabilizarte (de tus acciones) de forma cuidadosa”, reconociendo la situación personal y las necesidades específicas de cada estudiante.

Dionzay Tisby Jr. celebra su graduación en compañía de su familia. “Es una bendición verlo de niño a lo que es ahora. Uno como progenitor siempre quiere ver a su hijo alcanzar un logro”, dice su madre, Shaquayax Hampton (a la derecha). Foto de Zaydee Sanchez para palabra

Green también comparte esta visión.“Este país tiene una adicción al encarcelamiento”, dice. Desde 2011, YJC ha participado activamente en campañas que exigen la eliminación de la policía y de los agentes de apoyo en las escuelas (SROs, por sus siglas en inglés) de los centros escolares. La organización cuenta con dos creadores de la paz in situ: David Dodson, de 50 años, y Charles Blanton, de 52. Ambos exconvictos y afroamericanos.

Cada día, Dodson recoge a los estudiantes de sus casas, los lleva a la escuela, les prepara el almuerzo, ayuda a los maestros a generar un ambiente apacible en las clases, escucha las preocupaciones de los alumnos y actúa como mediador en conflictos que surgen entre los estudiantes y el personal del centro. La labor de los creadores de la paz requiere paciencia, comprensión y conocimientos de primera mano sobre las consecuencias que se derivan de cometer errores penales a una edad temprana. Al unísono,  Dodson y Blanton ofrecen una perspectiva valiosa para evitar que los jóvenes se metan en problemas” y ayudarlos a que “sigan por el camino correcto”, explica Blanton.

En YJC, la Policía de Los Ángeles no es bien recibida. La política del centro exige que los conflictos se resuelvan internamente y sin la intervención policial, exceptuando en casos donde se cometan delitos graves, como un homicidio. “No interactuamos con las fuerzas del orden cuando se trata de nuestros jóvenes”, dice Dodson. “No se les permite entrar (al centro), a menos que se desarmen dejando las armas y otros objetos en el coche”.

Los creadores de la paz de YJC forman parte de una estrategia más amplia para lidiar con situaciones complejas y, a la vez, garantizar un entorno seguro. “Los círculos de justicia transformativa” son, también, una herramienta clave dentro de este modelo: se apoyan en prácticas indígenas de resolución de conflictos empleadas con anterioridad a la creación de los sistemas modernos.

Padres de familia y miembros de la comunidad celebran a los graduados de YJC. Foto de Zaydee Sanchez para palabra

“Estos círculos se realizan como lo hacían los indígenas, antes de (que existieran) los policías, antes de las fuerzas de seguridad antes de las cárceles”, explica Dodson.

Los estudiantes, el personal del centro e incluso los padres se sientan alrededor de un círculo íntimo y, uno a uno, se pronuncian sobre el incidente o la situación que está afectando a los estudiantes. La finalidad es que los alumnos propongan soluciones que permitan reparar el daño causado, faciliten el proceso de sanación y transformen las relaciones. Asegura Dodson que estos círculos han resultado útiles para lidiar con situaciones difíciles, incluyendo tiroteos entre pandilleros fuera de la escuela.

Los círculos constituyen un método alternativo de resolución de conflictos que dota a los estudiantes de herramientas para “ser sus propios creadores de la paz dentro de sus comunidades”, explica Green. A su vez, el proceso pretende visibilizar y generar un mayor entendimiento de los problemas que el estudiante pueda estar experimentando en el hogar: ¿Está el padre en la cárcel? ¿Hay violencia doméstica? “Este es un lugar seguro para que los jóvenes actúen como gente joven…y tengan otra oportunidad de vivir lo que les queda de su infancia”.

Los 60 estudiantes matriculados en YJC en la actualidad  — todos entre los 15 y 25 años de edad — han experimentado algún tipo de contacto con la policía. Consciente de que los errores que se cometen a edades tempranas podrían conducir a la cárcel, el equipo de YJC ofrece apoyo legal y representación jurídica para eliminar los antecedentes penales graves de los expedientes de los estudiantes.

California cuenta con la llamada ley de los tres delitos mayores, la cual impone la cadena perpetua a un individuo de al menos 16 años condenado por un delito violento o grave en casos donde éste ya cuenta con al menos dos condenas por crímenes similares. En este momento, el centro está ayudando a un estudiante de 21 años a evitar las consecuencias futuras de que, en su expediente, figure un tercer delito mayor, explica Green.

Birrete decorado de alumna de YJC, en el que dice que ella porta sus cicatrices como si fueran medallas. Foto de Zaydee Sanchez para palabra

La coalición aboga por acabar con el sendero que catapulta a los jóvenes de la escuela a la cárcel. Hasta la fecha, los esfuerzos de la organización han ayudado a que se aprueben 31 medidas legislativas estatales. Entre ellas se encuentra una ley que, en su día, hubiera evitado el arresto de González: porque prohíbe el arresto de menores de 12 años.

En mayo de 2023, Green y otros compañeros de YJC viajaron a Sacramento para asistir a una audiencia sobre el cierre de los centros de detención para jóvenes gestionados por California y, la propuesta de trasladar la responsabilidad sobre los mismos a los condados. La coalición rechazó la propuesta y exigió el cierre de todos los centros. Con la frecuencia que pueden, los estudiantes realizan visitas a la capital de California para compartir sus experiencias con los legisladores y exigir reformas que acaben con el racismo sistémico en las escuelas.

“El sistema educativo nunca fue diseñado para que la gente negra triunfe”, dice Green. Asegura que desde que se fundara el país, las leyes aprobadas han impedido el progreso de la comunidad negra y han potenciado, de manera intencionada, que los estudiantes acaben en las cárceles porque “no se quiere que los individuos negros y de piel oscura formen parte de la sociedad”.

RECLAMAR UN LUGAR

En 2019, YJC cambió su sede en la ciudad californiana de Inglewood por un antiguo centro de detención de menores situado en el sur centro de Los Ángeles. La coalición reconvirtió el edificio en un centro comunitario y en la escuela que es hoy en día.

La oficina de Green no está lejos de las celdas de detención. Aún conservan las literas, los inodoros, los fregaderos y los bancos de madera originales. En el pasillo, una puerta con el letrero del “sheriff” se abre hacia un cuarto que, por ahora, se utiliza para almacenar obras artísticas de los estudiantes — la mayoría de los trabajos capturan realidades que se experimentan tras las rejas —. “Estamos tratando de hacer de esto un museo”, dice Dodson.

Una antigua celda en las instalaciones de YJC, que antes albergaron un juzgado y un centro de detención de menores en el sur centro de Los Ángeles. Foto de Zaydee Sanchez para palabra

YJC todavía está dilucidando cómo darle un propósito a algunos de los espacios vacíos del edificio para que reflejen la misión, los objetivos y los valores de la coalición. La escuela cuenta también con el “Jardín de los Rebeldes”, que está bajo el cuidado de los estudiantes y donde éstos cultivan plantas y productos comestibles. Green explica que el propósito de YJC es utilizar un edificio construido “como un lugar de castigo y criminalización de la juventud” y transformarlo en un lugar de “triunfo, educación, liberación y poder”.

“Este trabajo de transformación se está produciendo cada día que estamos aquí”, dice. 

Sentada en su oficina, Green rememora y lamenta que, de pequeña, los adultos a su alrededor no supieran estar a la altura de los problemas que enfrentaba. “Miraba hacia el mundo y no entendía — siendo yo una persona joven — por qué el mundo es así. ¿Por qué no te importa si tengo un techo?” asegura. “Obligué a la sociedad a hacerme un hueco”.

Por fin, Green se ha abierto un espacio en la sociedad, algo que también está logrando para los jóvenes de YJC. Pero todavía está en el tramo final de una larga búsqueda para que el mundo le dé un lugar a su madre. Si la justicia falla en favor de Hubbard y desestima la deportación, el gobierno tendrá que devolverle a Green el dinero de la fianza. Con estos fondos, Green podría regalarle a su madre el camión de comida que ambas tanto anhelan y que le permitiría a Hubbard deleitar al mundo con sus platos jamaiquinos.

Después de la ceremonia, comienza la celebración. Green baila con una amistad afuera de las oficinas de YJC. Foto de Zaydee Sanchez para palabra

Ahora, Green espera que esta larga travesía culmine con su madre recibiendo la segunda oportunidad que necesita — de igual manera que los jóvenes de YJC aspiran también a esa segunda oportunidad —. Necesitan que alguien abogue por ellos, y en Green, han encontrado a la persona que los comprende y que está realizando esa labor. “Cualquier derecho que tenga, lo voy a usar para ventaja mía y en beneficio de mi gente”.

La realización de este proyecto ha contado con fondos del Premio de Periodismo de Investigación Charles M. Rappleye, otorgado por el Club de Prensa de Los Ángeles. @LAPressClub

Aitana Vargas es una periodista galardonada de televisión, corresponsal internacional y comentarista de tenis que reside en Los Ángeles. Graduada de Columbia University, comenzó su carrera presentando un programa local de TV en español mientras aún cursaba la Licenciatura en Ciencias Físicas en Berry College. Luego hizo prácticas en la BBC, CNN International y el departamento de comunicación de NASA/ESA Hubble Space Telescope en Alemania. Dedicó la tesis de su máster en Columbia a examinar el conflicto entre israelíes y palestinos bajo la supervisión del catedrático Rashid Khalidi. Sus trabajos han aparecido en Público, EFE, CNN Expansión, Narratively, Hoy Los Ángeles, The LA Times, DirecTV Sports, TVE Internacional, Cuatro/Telecinco TV Network, HITN TV Network y otros medios. Ha recibido varios premios del LA Press Club (Serie de Investigación, Periodista Deportiva del Año, Obituario, Consumo, Noticias, Deportes), el premio a la Excelencia de Berry College (Joven Antiguo Alumno) en 2018 y fue finalista del Premio Livingston. Aitana fue la intérprete en inglés-español de la artista transgénero Daniela Vega, actriz principal de “Una Mujer Fantástica”, película ganadora del Óscar. Para más información, visite: https://aitanavargas.com.

Zayde Sanchez es una narradora visual, fotógrafa documental y escritora mexicano-americana de Tulare, California, en el Valle de San Joaquín. Busca destacar comunidades poco reportadas y narrativas pasadas por alto, con un enfoque en el trabajo, el género y el desplazamiento. Zaydee es becaria de la International Women's Media Foundation y becaria del Centro Annenberg de Periodismo de Salud de la USC en 2021. Su trabajo ha sido publicado en Al Jazeera, National Geographic, NPR, entre otros. Vive en Los Ángeles.

Allison Torres Burtka es una escritora y editora independiente galardonada que vive en el área metropolitana de Detroit. Realiza trabajos como editora de artículos, libros y contenido para organizaciones como University of Illinois Press y el Instituto Erb de la Universidad de Michigan. Sus trabajos han aparecido en Guardian, HuffPost, Harvard Public Health, Outside, Audubon, Sierra, espnW, Runner’s World, EatingWell, Well+Good y otros medios.