Cuando la canción es refugio

 
 
 
Natalia Serna “La Muna” frente a uno de sus murales favoritos en Hermosillo, Sonora. Foto de Noelle Haro-Gomez

Natalia Serna “La Muna” frente a uno de sus murales favoritos en Hermosillo, Sonora. Foto de Noelle Haro-Gomez

LA MÚSICA ES UN PUENTE A LA EMPATÍA PARA “LA MUNA”. HA LLEVADO A LA ARTISTA A OFRECER REFUGIO A LOS MIGRANTES QUE INSPIRAN SUS CANCIONES

Nota del editor: Para escuchar una entrevista completa con “La Muna” visite NPR’s Alt.Latino y haga click aquí para leer el reportaje en inglés.

Cuando menos pensó Natalia Serna corría detrás de la máquina férrea conocida como “La Bestia”; no hubo tiempo de analizar el peligro de montarse al tren que transporta en su lomo a miles de personas que buscan cruzar la frontera que divide México de Estados Unidos. Apenas rebasaba los 20 años en ese entonces, cuando sintió ese impulso de vivir en carne propia la experiencia de los migrantes centroamericanos durante la travesía. 

Conocida como “La Muna”, esta cantautora colombo-americana se adentra en las vivencias de los migrantes que inspiran sus canciones. Fue así como durante su viaje de tres noches sobre un vagón desde las ciudades de Veracruz a San Luis Potosí (México) en 2009, se inspiró para escribir una de sus melodías más representativas a la que tituló “Fuego”. 

Tal como describe la letra de la pieza musical: “...ese norte es mi destino, entre vagones y la luna, como el que busca salvación”, las historias que va descubriendo durante su interacción con los migrantes la llevan a comprender esa humanidad compasiva y esperanzadora que la motiva a seguir componiendo.

“Esa sensación que no la puedes gestar desde la mente, sino con la experiencia de sentirte parte de la humanidad. Es una sensación de familiaridad con el mundo”, dice Serna en entrevista para palabra

Esta mujer de delicada figura, cabellera ondulada y ojos verdes claros, cuenta con una voz que reconforta, que lejos de sentirse intimidada por los peligros del viaje se sintió acogida por un grupo de migrantes de Guatemala.

“Me vi protegida, eso es lo que admiro de ellos, la capacidad de crear lazos de amistad en tiempos de crisis. Con todo el respeto del mundo me hicieron parte de su grupo”, rememora. 

Desde ese entonces, La Muna ha seguido a los migrantes muy de cerca. Su más reciente producción musical “Estoy pidiendo refugio” surge a raíz de la crisis migratoria que se gestó en la frontera sur. A causa de la política creada durante la administración del presidente Trump, Protocolos de Protección al Migrante (MPP), conocida como “Permanecer en México”, que orillaba a miles de centroamericanos a esperar por meses en México una audiencia de asilo en Estados Unidos. (Normalmente, las personas buscando asilo solían esperar en Estados Unidos, en centros de detención o libres bajo fianza).

“Con la experiencia de los refugiados es como nace este disco, donde se expresa la angustia y el temor que sienten de regresar a sus países. La incertidumbre de desconocer su futuro, el sentir de los padres y sus hijos separados por las fronteras”, relata la autora quien presentó su nuevo material el 20 de junio, cuando se conmemora el Día Mundial de los Refugiados.

La Muna prepara tartas con Naydelin Carias de 11 años para las celebraciones del Día Internacional de los Refugiados. Foto de Noelle Haro-Gomez

La Muna prepara tartas con Naydelin Carias de 11 años para las celebraciones del Día Internacional de los Refugiados. Foto de Noelle Haro-Gomez

La Muna decidió vivir desde hace casi 2 años en una casa ubicada en el centro de la ciudad de Hermosillo, Sonora  a la que llama “María Almendro”, y que se ha convertido, a la par de sus canciones, en un refugio para los inmigrantes que buscan asilo en Estados Unidos. 

La casa es como una extensión de su personalidad, cálida y sencilla, y es ahí donde su convivencia con una niña guatemalteca de 11 años le marcó el corazón.

El nombre de la pequeña Naydelin Carias se volvió una canción que forma parte de su nueva producción, y las coplas recogen las palabras de la menor que narra sus experiencias durante su estadía en México.

“Estuvimos juntas desde febrero a septiembre, pasamos la pandemia en la casa de Hermosillo (Sonora). Su madre y hermana habían cruzado a Estados Unidos, su padre trabajaba tiempo completo en una panadería, así que nos hicimos compañía”, recuerda con cariño Serna.

“Un arrebato de juventud” 

Nacida en el estado de Virginia, e hija de inmigrantes colombianos, esta joven de 35 años se crió en un barrio latino al sur de Chicago, donde recuerda la convivencia con sus amigos mexicanos, el son jarocho filtrándose por la calles y los transeúntes comiendo mangos.

Esa cercanía con distintas culturas y sus raíces latinas se vieron impactadas por los abusos a los indocumentados que fueron incrementando con redadas y deportaciones en 2008.

Esta “ola de odio hacia los inmigrantes” como la describe Serna, despertó su interés por la migración. Luego de ser parte de distintos proyectos relacionados con este fenómeno, tomó una decisión que a la distancia considera “un arrebato de juventud”, el haberse montado en La Bestia.

Cinco años después inició una nueva experiencia en “Kino Border Initiative” colaborando en los comedores para inmigrantes en Nogales, Sonora, en la frontera con Arizona. Y eso fue lo que le permitió conocer las historias de dolor que a la postre convirtió en el proyecto musical “Corazón Norte”.


“Mi oficio no es escribir canciones, sino acompañar la vida y ofrecer lo que tengo para otros”.


Marla Conrad, quien durante 10 años fue trabajadora social en los comedores dirigidos por religiosas, reconoció que la inspiración de La Muna nació al escuchar las vivencias de los indocumentados. “Es una persona sumamente sensible y convertía las historias en canciones”, dice Conrad.

Aunque los temas tenían un matiz nostálgico, asegura que la música siempre animaba el ambiente de los comedores que atendían hasta 700 personas diariamente, según la fluctuación migratoria.

Conrad relata que en el comedor se vivía una mezcla de emociones cuando La Muna tomaba su cuatro, una guitarrilla,  y empezaba a rascar los acordes. “En ese momento los sentimientos brotaban — tantas injusticias sufridas, tanto dolor, personas que lo arriesgaron todo por una mejor vida”, agrega.

“Corazón Norte” se estrenó en 2014 y compila una serie de entrevistas y canciones, entre ellas “El Deportado”, basada en la vida de Marcos Hernández, un hombre mayor originario de León, Guanajuato, que le evocaba a Serna el recuerdo de su padre. Muchas veces llegó a pensar qué se sentiría que su propio padre fuera deportado.

“Es de las historias que más me conmueven”, asegura la compositora. Gracias a él, Serna comprendió el dolor que muchas familias tratan de ocultar de sus niños. La primera vez que cantó la canción para Hernández vio la emoción en su rostro, y se dio cuenta que había logrado plasmar sus emociones en la música. Entre ambos nació una amistad profunda, por lo que espera algún día reencontrarse con él “antes de partir de ese mundo”.

La Muna siente que su música no es comercial, al final del día, su interés es que la audiencia sean los mismos migrantes. “Uno debe de ser coherente con quién es”, reflexiona. 

“Mi oficio no es escribir canciones, sino acompañar la vida y ofrecer lo que tengo para otros”, sentencia. Pero a la vez reconoce que en ocasiones la realidad es tan dolorosa, que en ese ministerio de crear arte para los más necesitados, se sana emocionalmente ella misma.

“Uno se convierte en una olla de presión por contener tantas emociones de los demás y si no las hago canción, puedo explotar por dentro, así que se ha vuelto un ejercicio que me depura el alma”, afirma.

Fue en el Comedor Kino donde conoció a Félix y Balvino, hermanos guatemaltecos que habían sido deportados y de quienes reconoció su talento musical, por lo que se volvieron parte del proyecto “Corazón Norte”. Al lado de sus nuevos compañeros realizó conciertos en diferentes partes de México, interpretando con sus melodías el sentir de miles de personas en pos del “sueño americano”.

Adán Pérez Gonzáles, izquierda, baila con Natalia Serna La Muna durante la celebración del Día Internacional de los Refugiados en la casa de Serna en Hermosillo, Sonora, México el sábado 19 de junio de 2021. Foto de Noelle Haro-Gomez

Adán Pérez Gonzáles, izquierda, baila con Natalia Serna La Muna durante la celebración del Día Internacional de los Refugiados en la casa de Serna en Hermosillo, Sonora, México el sábado 19 de junio de 2021. Foto de Noelle Haro-Gomez

El vínculo que La Muna logra con los inmigrantes es la plataforma para la creación de su música, “recibo sus historias y hago canciones para regalárselas, para que regresen a mirarse desde el arte”.

 En la casa que bautizó “María Almendro”, Serna hace de la estadía de los migrantes que van camino al norte un cohabitar cotidiano. Enfundada en unos pantalones de mezclilla y con un peculiar sombrero, tanto se la puede ver cultivando hortalizas en el patio trasero de su vivienda, como bailando despreocupadamente mientras esboza una amplia sonrisa. 

Convencida, dice que la lección que le ha enseñado su recorrido en busca de entender el fenómeno migratorio, es brindar amor y confort, no solo con su arte y sus canciones, sino desde su propia casa. 

Cuando se le cuestionó a Serna sobre el significado del nombre del hogar que formó en Hermosillo, México, no dudó en responder: “María, por la ternura y seguridad que representa el nombre.

Y añade: “Almendro, porque es el árbol de la esperanza…siempre vuelve a florecer en primavera” tal como la persistente esperanza de  miles de inmigrantes que buscan cruzar la frontera.

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Beatriz Limón es una periodista independiente que fue corresponsal en Arizona y Nuevo México de la Agencia Internacional de Noticias EFE. Licenciada en Ciencias de la Comunicación, fotógrafa profesional y columnista para periódico El Imparcial.

Noelle Haros es una fotoperiodista bilingüe e independiente radicada en Tucson, Arizona. En los últimos seis años trabajó como fotógrafa para el equipo de Public Opinion en Pensilvania y Tri-City Herald en Washington.

 
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